jueves, 25 de septiembre de 2008
Inicio nuestra conversación con las palabras de San Jerónimo que dice: “Desconocer las Sagradas Escrituras, es desconocer a Cristo”. Este padre de la iglesia, vivió muchos años en el pueblo más pequeño de Palestina: Belén. El criterio eminentemente cristiano de San Jerónimo es que para conocer y penetrar más lúcidamente en el servicio en el sentido y valor de los Sagrados Libros hay que conocer la lengua original en la que fueron escritas Las Sagradas escrituras, y como complemento a ello vivir y caminar en los mismos lugares donde se registraron los hechos que narra La Biblia.
Por es, el gran San Jerónimo pasó su vida dedicado a estos estudios, se estableció definitivamente en Belén, por eso él habla del encanto espiritual de la vida en la Tierra Santa, donde cada lugar recuerda un hecho de La Sagrada Escritura, cada hombre suscita una visión y despierta un afán de perfección, donde se puede orar en el mismo pesebre, llorar en el mismo sepulcro en que lloraron las santas mujeres. En la Tierra Santa, Palestina se puede aspirar y sentirse elevados hacia el cielo en el Monte de los Olivos y donde hasta la gente más humilde recuerda el ambiente en que se desenvolvió la vida del Señor Jesucristo.
Toda esta extraordinaria puede llegar a la vida de cada uno de los que con fe profunda acudimos a las páginas sagradas del Libro de los Libros. La Biblia.
Otras de las sentencias palmarias vivientes es : “Un hogar que carece de la Biblia, es como un cuerpo sin alma”. La Sagrada Biblia no sólo es alimento, sino también fuerza del espíritu, arma segura contra todo lo que abate y deprime, contra todo lo que puede rebajar el alma y el cuerpo. Por eso para conservarse intacto de las salpicaduras del mal que este mundo tiene, debemos elevarnos a las cumbres de la sabiduría divina, para llevar con dignidad el nombre “cristiano”. Sepamos tener siempre La Biblia en la mano y en el corazón, para que ella como dice el Salmista David: “Sea lámpara a nuestros pies y lumbrera en nuestro camino”. Leamos La Biblia con más frecuencia y aprendamos lo más posible de ella; que el sueño te sorprenda con el Libro Sagrado en la mano y que al inclinarse tu cabeza la reciba la página santa. Ama las Santas Escrituras y te amará a ti la Sabiduría.
FUENTE: PERFILES DEL TIEMPO
Guillermo Miranda Coronel
Por es, el gran San Jerónimo pasó su vida dedicado a estos estudios, se estableció definitivamente en Belén, por eso él habla del encanto espiritual de la vida en la Tierra Santa, donde cada lugar recuerda un hecho de La Sagrada Escritura, cada hombre suscita una visión y despierta un afán de perfección, donde se puede orar en el mismo pesebre, llorar en el mismo sepulcro en que lloraron las santas mujeres. En la Tierra Santa, Palestina se puede aspirar y sentirse elevados hacia el cielo en el Monte de los Olivos y donde hasta la gente más humilde recuerda el ambiente en que se desenvolvió la vida del Señor Jesucristo.
Toda esta extraordinaria puede llegar a la vida de cada uno de los que con fe profunda acudimos a las páginas sagradas del Libro de los Libros. La Biblia.
Otras de las sentencias palmarias vivientes es : “Un hogar que carece de la Biblia, es como un cuerpo sin alma”. La Sagrada Biblia no sólo es alimento, sino también fuerza del espíritu, arma segura contra todo lo que abate y deprime, contra todo lo que puede rebajar el alma y el cuerpo. Por eso para conservarse intacto de las salpicaduras del mal que este mundo tiene, debemos elevarnos a las cumbres de la sabiduría divina, para llevar con dignidad el nombre “cristiano”. Sepamos tener siempre La Biblia en la mano y en el corazón, para que ella como dice el Salmista David: “Sea lámpara a nuestros pies y lumbrera en nuestro camino”. Leamos La Biblia con más frecuencia y aprendamos lo más posible de ella; que el sueño te sorprenda con el Libro Sagrado en la mano y que al inclinarse tu cabeza la reciba la página santa. Ama las Santas Escrituras y te amará a ti la Sabiduría.
FUENTE: PERFILES DEL TIEMPO
Guillermo Miranda Coronel
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