miércoles, 22 de octubre de 2008
El escritor francés León Bloy escribió en uno de sus libros la siguiente frase para el bronce: "Cuando quiero saber las últimas noticias, leo a San Pablo". Bloy era un hombre de mucha fe, y como tal pensaba que el mundo moderno debía ser reevangelizado. Algunos estuvieron de acuerdo con él, pero se equivocaban; sólo tenían creencias heredadas de sus abuelos, pero no esa luz espiritual que desde Abraham hasta hoy llamamos fe.
Parafraseando a Bloy, hoy podríamos decir: "Cuando quiero saber las últimas noticias, leo la Biblia". Y más de alguno puede estar de acuerdo con esto, pero se equivocaría si cree que para eso debe remitirse sólo al Nuevo Testamento, porque el Antiguo sería, supuestamente, demasiado "viejo"... La verdad es que la Biblia es un todo indisociable, y en ella encontramos paradojas estimulantes para el pensamiento moderno. Sara, esposa de Abraham, dio a luz a Isaac cuando ambos eran viejos, porque en la Biblia lo estéril germina, lo viejo rejuvenece y lo muerto resucita.
El Génesis no es un libro científico, pero leído con discernimiento demuestra ser capaz de prever y comentar los acontecimientos actuales mejor que nuestros cientistas políticos y nuestros economistas. Por ejemplo, la serpiente del paraíso, oráculo del paganismo, sedujo a la primera humanidad enseñándole la sabiduría de los dioses civilizadores de Mesopotamia y Canaán, esto es, el proyecto constructor del mundo impulsado por el orgullo y la desmesura del poder ("seréis como dioses"). Poco más adelante nos encontramos con un imperio cuya capital era la sin par Babilonia, cuyos ciudadanos "farsanteaban" con su célebre torre (Zigurat) capaz de tocar el cielo, mientras les hacían la vida imposible a otros pueblos. Fue una manera particularmente lúcida de caracterizar a nuestra modernidad, y con cuatro mil años de anticipación; vale decir, proyectos devastadores, negocios de guerra, megápolis y torres que desafían al cielo, con la consecuente confusión de lenguas y sus ochocientos millones de seres humanos que padecen de hambre crónica (cifra de la FAO).
En la Biblia, las primeras y las últimas noticias se confunden.
GASTÓN SOUBLETTE
Parafraseando a Bloy, hoy podríamos decir: "Cuando quiero saber las últimas noticias, leo la Biblia". Y más de alguno puede estar de acuerdo con esto, pero se equivocaría si cree que para eso debe remitirse sólo al Nuevo Testamento, porque el Antiguo sería, supuestamente, demasiado "viejo"... La verdad es que la Biblia es un todo indisociable, y en ella encontramos paradojas estimulantes para el pensamiento moderno. Sara, esposa de Abraham, dio a luz a Isaac cuando ambos eran viejos, porque en la Biblia lo estéril germina, lo viejo rejuvenece y lo muerto resucita.
El Génesis no es un libro científico, pero leído con discernimiento demuestra ser capaz de prever y comentar los acontecimientos actuales mejor que nuestros cientistas políticos y nuestros economistas. Por ejemplo, la serpiente del paraíso, oráculo del paganismo, sedujo a la primera humanidad enseñándole la sabiduría de los dioses civilizadores de Mesopotamia y Canaán, esto es, el proyecto constructor del mundo impulsado por el orgullo y la desmesura del poder ("seréis como dioses"). Poco más adelante nos encontramos con un imperio cuya capital era la sin par Babilonia, cuyos ciudadanos "farsanteaban" con su célebre torre (Zigurat) capaz de tocar el cielo, mientras les hacían la vida imposible a otros pueblos. Fue una manera particularmente lúcida de caracterizar a nuestra modernidad, y con cuatro mil años de anticipación; vale decir, proyectos devastadores, negocios de guerra, megápolis y torres que desafían al cielo, con la consecuente confusión de lenguas y sus ochocientos millones de seres humanos que padecen de hambre crónica (cifra de la FAO).
En la Biblia, las primeras y las últimas noticias se confunden.
GASTÓN SOUBLETTE
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